martes, 12 de marzo de 2013
A mediados del siglo XIX, el café
sustituyó al añil como base de la economía nacional. El presidente Rafael
Zaldívar, que había sustituido a González en 1876, decretó en 1881 y 1882, varias
leyes que anularon el sistema de tierras comunales y ejidos, prevalente en el
país, desde la época colonial. Esta legislación virtualmente permitió que unas
pocas familias se adueñaran de grandes extensiones de tierras. Zaldívar fue
derrocado en 1885, sucediéndolo el general Francisco Menéndez, quién promulgó
la Constitución de 1886, de principios liberales. Durante este período,
familias europeas llegaron al país y rápidamente se colocaron en una situación
económica poderosa debido a su conocimiento del mercado internacional. Estas
familias se desarrollaron en el área del comercio y en la producción e
industrialización del café.
A partir de 1898, con la llegada al poder del general Tomás Regalado y
hasta 1931, se sucedieron una serie de gobiernos estables. La presidencia quedó
en manos de los grandes terratenientes cafetaleros. La élite económica gobernó
el país pasándose la presidencia en forma directa. A este período histórico se
le conoce como la "República Cafetalera".
Bandera de El Salvador a partir
de 1912.
El Dr. Manuel Enrique Araujo, presidente entre 1911 y
1913, creó la Guardia Nacional y tomó una serie de medidas para aumentar la
presencia del Estado en el interior del país. La actual bandera del país fue
adoptada en 1912 durante la presidencia de Araujo, quién fue asesinado en
febrero de 1913. Después del asesinato de Araujo, la poderosa familia de los
Meléndez-Quiñonez gobernó el país hasta 1927; Ellos eran miembros de la élite
económica conocida como las 14
Familias (número que es evidentemente simbólico, por los catorce
departamentos) u Oligarquía Criolla,
por ser descendientes directos de españoles nacidos en el país. Además de estas
familias estaban también los Dueñas, los Araujo, los Orellana, los Álvarez
,Meza-Ayau y los Menéndez Castro Al final del período, asignaron a
Pío Romero Bosque a la presidencia, pero éste organizó elecciones consideradas
libres, que fueron ganadas por el Partido Laborista del Dr. Arturo Araujo. El
Partido Laborista recibió el apoyo de estudiantes, obreros y del Partido
Comunista Salvadoreño (PCS), que había sido fundado en 1930 por un grupo de
militantes entre los que se encontraba Agustín Farabundo Martí. El Dr. Araujo
instauró un régimen de libertades civiles y permitió la inscripción del PCS
como partido político legal.
El levantamiento
de 1932
A finales de enero de 1932, un suceso extraordinario en El Salvador dejó
una profunda cicatriz en la mente de la nación. En esa fecha, unos cuantos
miles de campesinos en rebeldía se levantaron y atacaron aproximadamente una
docena de municipalidades en el occidente salvadoreño, asesinando entre 50 y
100 personas y dañando muchas propiedades. La rebelión tomó por sorpresa al
gobierno salvadoreño, al cual solo le tomó algunos días para reagrupar al
ejército y lanzar un contraataque. El ejército tenía mejor movilidad y estaba
mejor equipado, por ello, cuando lanzaron la ofensiva y rodearon a los
rebeldes, volvieron rápidamente a tomar control sobre la región.
La rebelión fue un
evento significativo, la violencia rural y la movilización campesina han tenido
un lugar importante en la historia de El Salvador, por lo que la rebelión en sí
no fue un momento decisivo. Más bien fue lo que sucedió posteriormente. Después
de que el gobierno aplastó la rebelión, se definió un precedente que configuró
todo un discurso que haría infames a los hechos del 32. Bajo el liderazgo del
Presidente (y General) Maximiliano Hernández Martínez, el gobierno salvadoreño
se vengó de toda la zona occidental. Las unidades armadas y grupos
paramilitares asesinaron a miles de campesinos, quienes tenían poca o ninguna
relación en la rebelión. Fue un horrible
y trágico episodio, uno de los peores casos de represión estatal en la
historia moderna de América Latina. El asesinato en masa consolidó a los
militares en el gobierno, lo cual resultó en 50 años de dictadura militar, el
más largo capítulo de ininterrumpido control militar en la historia moderna de
Latinoamérica. Los eventos de 1932 tuvieron profundas consecuencias de larga
duración. Es por esta razón que el poeta y activista Roque Dalton describe a
los salvadoreños como “nacidos medio muertos en 1932”, porque tuvieron que
enfrentarse con el hecho de que la historia moderna de la nación se había
criado en sangre.
La rebelión comenzó a la media noche del 22/23 de enero, y se centró en
seis localidades geográficas: 1) Tacuba; 2) Ahuachapán; 3)
Juayúa/Salcoatitán/Nahuizalco; 4) Sonsonate/ Sonzacate; 5) Izalco y 6) Colón.
Aunque hubo algunos ataques dispersos, estos constituyeron los principales
sitios de actividad. El típico patrón de ataque consistía en reunir decenas o
cientos de campesinos en las afueras de los pueblos y tomar rápidamente los
puestos militares y las oficinas del telégrafo, para evitar que enviaran una
advertencia al principal puesto militar en la capital del departamento. Los
rebeldes estaban pobremente armados, pero tenían la ventaja del factor sorpresa
y de número, por lo que inicialmente tuvieron algunos éxitos.
Los primeros ataques
tuvieron lugar en Juayúa, Izalco y Salcoatitán. Los reportes de testigos son
raros, pero uno proveniente de un misionero bautista norteamericano en Juayúa,
llamado Roy McNaught, describe haber sido despertado en el medio de la noche
por fuertes golpes. El vio en su ventana aproximadamente 80 hombres atacando la
oficina del telégrafo. También atacaron la estación de policía, matando a un
oficial e hiriendo a otro. Además, se lanzaron sobre la casa de Emilio
Radaelli, a quien McNaught describe como “el hombre más rico del pueblo”. Los
rebeldes dispararon a Radaelli e hirieron a su esposa e hijo, quemaron su casa,
saquearon algunos negocios y dañaron otras casas de la elite. De acuerdo con
reportes tardíos del periodista salvadoreño Joaquín Méndez, los rebeldes
causaron daños valorados en más de 300,000 colones ($125,000
dólares) solo en Juayúa, esta cifra puede ser el equivalente aproximadamente de
un millón de dólares en moneda actual. La experiencia de Juayúa tipificó los
ataques en las otras municipalidades. Los rebeldes focalizaron su ira en
propiedades e individuos de la elite, y una vez lograron sus objetivos, se limitaron
a saquear y a invitar vecinos pobres a unirse.
El cercano pueblo de Salcoatitán fue atacado aproximadamente al mismo
tiempo que Juayúa, lo que quiere decir que las fuerzas rebeldes en esa región
se dividieron en dos para atacar ambos pueblos simultáneamente. Ni los
oficiales del telégrafo en Juayúa o Salcoatitán fueron capaces de alertar al
puesto militar en Sonsonate. Pero el de Izalco, pudo enviar un mensaje antes de
sucumbir a los rebeldes. Temprano en la mañana del 23, el comandante del puesto
militar de Sonsonate respondió organizando una fuerza expedicionaria que fue a
apoyar a Izalco; pero estos se encontraron con un fuerte contingente de
rebeldes cerca de Sonzacate. Estos habían finalizado el ataque al pueblo y se
estaban preparando para marchar a Sonsonate. Los expedicionarios se retiraron
al puesto con los rebeldes tras ellos. Aparentemente, las puertas principales
del puesto estuvieron abiertas y algunos rebeldes entraron en medio de luchas
mano a mano antes que los soldados los vencieran y cerraran las puertas.
Entonces repelieron a los rebeldes con armas de fuego, desde lugares seguros
dentro de los muros del puesto. Luego abandonaron el ataque y dejaron Sonsonate
después de arremeter contra la estación de policía y saquear algunas propiedades.
Al mismo tiempo del
ataque al cuartel de Sonsonate, otro grupo acometió en contra del cuartel en
Ahuachapán. También fue repelida por constantes disparos con armas de fuego. A
pesar de que los ataques en los dos puestos fallaron, esto permitió que la
rebelión durara más de lo que en otro caso pudo ser. Los mandos dudaron en
enviar sus tropas fuera de los puestos mientras no estuvieran seguros que la
amenaza inmediata había pasado. Por lo tanto el contraataque militar no empezó
sino hasta el 24 de enero, en lugar de la mañana del 23. Los tres ataques
finales ocurrieron todos el 23 de enero, en Tacuba y Colón por la mañana, y en
Nahuizalco por la tarde.
La rebelión fue aplastada aproximadamente en 24 horas, entre la tarde del
24 al 25 de enero. Las tropas de Sonsonate retomaron Izalco y Nahuizalco en la
tarde del 24 y durante la mañana siguiente lograron controlar Salcoatitán y
Juayúa. Un grupo expedicionario desde Ahuachapán llegó a Tacuba en la misma
tarde y llevaron a los rebeldes ahí. Así que en la tarde del 25 de enero, todos
los pueblos estaban en manos del gobierno.
Tan pronto como los
informes de la rebelión llegaron a San Salvador, el gobierno nacional comenzó a
organizar fuertes columnas de tropas provenientes de los departamentos del centro
y del oriente. Solo tomó unos días para juntar a todas las tropas y colocarlas
en el tren, por lo que no llegaron a Sonsonate durante la tarde del 25,
momento en que las tropas ya habían recuperado el control en la región. Pero
eso solo fue el comienzo de la matanza.
Las unidades militares se desplegaron por el
campo matando campesinos indiscriminadamente. Una de las tácticas militares al
llegar a un pueblo era llamar a todos los hombres adultos a que se reportaran a
la plaza central para recibir un salvoconducto y evitar ser confundido con un
rebelde. Mientras se reunían, todos los hombres eran ametrallados en masa.
Bandos paramilitares de los pueblos locales que fueron reunidos, recorrieron el
campo buscando a cualquiera que mereciera morir.
No existe manera de determinar el número de personas muertas. Nadie hizo
cuenta y los archivos no dicen nada al respecto. Todo lo que se tienen son
varias descripciones de testigos y algunas fotografías de los cadáveres tirados
en las calles y movilizados en carretas para ser colocados en fosas comunes.
Certeramente se puede decir que varios miles de personas fueron asesinadas.
Curiosamente, tan pronto como las masacres comenzaron, estas terminaron
rápidamente, al menos de parte del gobierno. Asimismo bandas de paramilitares
locales continuaron una exacta retribución en la población rural por semanas,
incluso meses; pero cerca de diez días después que comenzara la masacre por
parte del ejército, el gobierno ordenó que finalizara la represión y el regreso
de las tropas, dejando aproximadamente el mismo número de soldados que habían
en la región antes de la sublevación. Los oficiales del gobierno unos meses
después expusieron sus razonamientos, entre ellos el presidente Martínez, el
cual en un discurso ante la Asamblea Nacional el 4 de febrero, explicó que
querían un campo estable que permitiera la productividad económica y
entendieron que los campesinos muertos no eran buenos trabajadores.
También creyeron que las condiciones de explotación en el campo causan
rebeliones, por ello argumentó que podrían ser necesarias algunas reformas
para prevenir futuras rebeliones. En última instancia, el gobierno de Martínez
hizo muy poco para llevar a cabo dichas reformas, pero estableció un patrón
básico que los posteriores regímenes militares seguirían: reprimir rebeliones
campesinas, pero promoviendo la idea de reformas para prevenirlas.
Las causas de la
rebelión de 1932 pueden ser divididas en explicaciones de corto y largo plazo.
Las explicaciones de largo plazo pueden ser resumidas en dos palabras:
indígenas y café. Las tierras altas del occidente de El Salvador fueron el
centro de la economía cafetalera, y el café fue el más importante cultivo de la
época. El café contabilizó el 90 % de las ganancias producto de la exportación
antes de la Gran Depresión de 1929. El occidente salvadoreño también era
residencia de la gran mayoría de los indígenas salvadoreños, de hecho, muchas
de las plantaciones de café estaban localizadas en tierras que anteriormente
pertenecieron a las comunidades indígenas bajo la forma de tenencia de tierra
comunal. La mayoría de las municipalidades que fueron atacadas durante la
rebelión tenían mayoritariamente población indígena, como Nahuizalco, Izalco,
Juayúa y Tacuba. Se sabe que muchos de los rebeldes eran indígenas, aunque
también participaron muchos campesinos ladinos. Desde finales del siglo XIX,
las tierras altas del occidente de El Salvador y sus pueblos indígenas, habían
sido sometidos a intensas presiones de transformación. Los indígenas perdieron
sus tierras comunales por medio de decretos gubernamentales en la década de
1880, aunque, incluso recibieron parte de sus tierras bajo la forma de
propiedad privada, la mayoría de las principales tierras para café pasó a ser
propiedad de ladinos especuladores y de hacendados capitalistas. Hacia 1920,
muchos campesinos del occidente salvadoreño, no tenían suficiente tierra para
subsistir, y muchos de ellos se convirtieron en dependiente a tiempo completo
de los salarios en las plantaciones de café.
Fue una situación peligrosa que se exacerbó luego que se desencadenara a
corto plazo la Gran Depresión de 1929. Los consumidores norteamericanos y
europeos del café salvadoreño compraron menos y los precios cayeron. Los
productores no tuvieron otra opción que cortar los salarios y la producción.
Así que en 1930 y 1931, la población rural del occidente de El Salvador estaba
en una situación de crisis aguda, y comenzaron a movilizarse en respuesta a
ello. Existe un gran debate en cuanto a si el Partido Comunista Salvadoreño y
otras organizaciones hermanas, el Socorro Rojo Internacional o la Federación
Regional de Trabajadores Salvadoreños, tuvieron responsabilidad en la
organización del levantamiento. No hay duda de que algunos miembros de estas
organizaciones querían desesperadamente organizar a los trabajadores del café y
liderar una insurrección. Aunque varios de sus miembros fueron más cautelosos
y menos optimistas, creían que su nueva organización, en gran medida de base
urbana, tendría dificultades con el tiempo para organizar un evento de tal
dimensión. Existen muchas razones para considerar que el foco principal de la
insurrección estaba ubicado en las comunidades campesinas, en vez de estas organizaciones
formales. De cualquier forma, a finales de 1931 el occidente se encontraba en
un estado de gran agitación, con huelgas regulares estallando en las
plantaciones de café, y muchos planes circulaban en secreto para lanzar una
rebelión, lo que eventualmente ocurrió el 22 y 23 de enero.
Las razones de la
intensa represión por parte del gobierno, pueden ser mejor resumidas en las
muchas y diversas presiones que tenía el gobierno de Martínez. Era un nuevo
gobierno que llegó al poder mediante el golpe de estado de diciembre de 1931
Arturo Araujo, quien fue electo democráticamente. Los Estados Unidos se
reusaron a reconocerlo diplomáticamente,
porque llegó al poder
por medios no democráticos. Y también, por supuesto, el gobierno se enfrentó
con una profunda crisis económica y una creciente situación de organización de
masas. Tan pronto la rebelión estalló, los Estados Unidos y la Marina Británica
aparecieron en las costas y declararon que podían desembarcar, el régimen de
Martínez lo interpretó como una amenaza a la soberanía. Al parecer el gobierno
reaccionó con dureza, para no dejar dudas en la mente de cualquier persona,
que todo estaba bajo control y que podía prometer orden y estabilidad. Fue una
decisión política, trágica y homicida.
Los eventos de 1932
tuvieron un profundo y perdurable impacto en El Salvador. Sin lugar a dudas,
establecieron un precedente en el uso del terror para reprimir a las masas que
se movilizaban en el campo, algo que se repitió a menudo en las siguientes
décadas. También consolidaron las diferencias de interpretación política de la
izquierda y la derecha en El Salvador. Aunque el término “comunista” fue usado
para referirse libremente a los rebeldes, es bastante claro que la mayoría de
los involucrados entendieron que los eventos estaban profundamente arraigados
en la historia de la tierra y las relaciones laborales en el Occidente de El
Salvador. Los terratenientes creían ser los poseedores de la justicia, la
riqueza y el poder y definían a los campesinos rebeldes como bárbaros ingratos
por cuestionar el sistema. A menudo se describen las acciones de los rebeldes
con un lenguaje exagerado, acusándolos de matar a miles de personas, en lugar
de entre cincuenta o cien que mataron, y luego se pasa por alto,
convenientemente, la campaña criminal por parte del ejército que los aseguraba
en el poder local. En cuanto a la izquierda, el desastroso resultado de la
rebelión hizo que sus miembros no se atrevieran a asumir la responsabilidad de
la rebelión, o incluso lo definen como una buena idea. Aunque sin duda,
focalizaron su atención en la masacre provocada por el gobierno, como una
manera de exponer las profundas diferencias políticas y económicas de El
Salvador. Los sucesos de 1932 fueron enmarcados dentro de los debates que
degenerarían en la guerra civil de la década de 1980.
4 comentarios:
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DESARROLLO
1-Elabora una linea de tiempo
en 1876 el presidente Rafael Zaldívar que había sustituido a Gonzales
en
EXCELENTE MATERIAL DE APOYO...MAS AHORA QUE SE VUELVE NECESARIO QUE NUESTROS JÓVENES CONOZCAN NUESTRA VERDADERA HISTORIA...LOS FELICITO...SALUDOS.
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